Grannada no desapareció nunca. Ahí está Abraham, pregúntenle.
Él,
centro de la banda, compositor, guitarra afilada al hombro, no se fue a ningún
lado. Amarró todos los cables, conectó
su guitarra y a pulso de tripa y rabia sacó “Roto”, su segundo disco.
Tuvo cómplices en el camino. De
aquello no hay duda. El sonido que Luchín imprime a los temas le suben las
revoluciones a un álbum que tomó poco más de seis años (quizás me equivoque, y
si lo hice, que me perdone Abraham).
Parece que fue ayer cuando él mismo estaba en mi casa escribiendo algunas
letras de lo que ya concebía su segunda producción.
De aquel día una sesión de voces en especial quedó grabada en vídeo. En
ella una letárgica tarde sabatina degeneró en una divertida fiesta en la
que terminamos sacándolo de quicio (de buena manera) y perdiendo todos el norte
de lo que hacíamos por culpa del río de cervezas que fluía como si no
quisiéramos que hubiera mañana.
Pasó otro año desde entonces. El
trabajo no se detuvo. Una noche de
diciembre de 2010; tal vez (de nuevo me equivoco en fechas y tiempos), me subí a su carro y me dijo “escucha Tavo, tengo unos
temas para el disco nuevo”.
Puso “play” y empezó a sonar “Imposible”. Era de noche y salíamos de una barriada que
palidecía de policías. La sensación al
inicio de "Imposible" es de inminente peligro.
Sientes como aprieta el acelerador y que tienes que
asirte a algo.
La voz reitera una y otra
vez “quiero lo imposible”, y lo imposible es lo improbable, es aquella quimera
que muchos te desalientan diciendo que es inalcanzable. “Imposible” es un tema
que te abofetea y te despierta. Le
levanta el dedo del medio al universo y lo reta con violencia.
Hasta cierto
punto, quien sabe, lo imposible era terminar la totémica tarea de sacar el
disco. El tema surte ese efecto por
cuanto cada pequeña grieta en el camino tendía la cuerda cada vez más y la
publicación del disco se tomaba otro año más.
La revolución del disco no se detiene. “Reacciona” es la continuación
más lógica a “Imposible”. Es rápida, no te da tiempo de reaccionar; a la sazón
lo mismo que Abraham te gritaría al oído “te acabo de dar la vuelta, entramos
al segundo asalto, te estoy cociendo a golpes… Y TÚ NO REACCIONAS!”.
Allí no le habla a una sola persona, nos habla a nosotros mismos. El tema es
electricidad pura. 500 voltios de
violencia dirigida al pecho y sin escalas. Lleva
consigo un mensaje verdadero: “¿Qué no ves que el mundo no gira a tu
alrededor?”. Dicho de esta manera
semejante axioma supone un puñetazo de realidad inconmensurable.
Después tienes un pequeño respiro. Una
canción de sensación esperanzadora arranca justo después.
“Veda” calma las
aguas. Pero, si escuchas con
detenimiento, puede que aunque haya bajado las revoluciones, es bastante más
siniestra. Ahora estás atrapado.
“Yo podría hacerte daño” dice la voz.
Estás contra la
pared. Estás al borde del quicio. Miras hacia abajo y la voluptuosa altura es
sugerente. “Si tú quieres ven conmigo, yo te puedo hacer feliz”. Decides en este punto seguir el juego “y tu
vicio” se vuelve “el descontrol”. Poderoso coro.
Ahora eres cómplice de lo que se cuece en el disco. Estás inmerso en una guitarra "lead" que te
eleva hasta el infierno. Una delicia a
los sentidos. El tema baja la velocidad, pero la sensación de calma es la misma que uno tiene si viese a un rinoceronte que se pausa antes de arremeter el ataque.
Cuando creías que estabas a salvo, ves humo. Y si hay humo es porque hay “Fuego”. Este tema tiene uno de mis coros favoritos
“Ya me cansé no voy a esperar, quiero tenerte en fuego!”
Con el rebote de una batería de rítmica violencia y un enjambre de
guitarras arranca “Ego”.
Cada estrofa es
un grito desgarrador que se abre paso entre el galope de guitarras, bajo y
batería, que luego se derraman como si se rompiera un dique e inundara todo a su
paso.
Luego, entramos a un lago sonoro en donde fluyen las aguas de aquel
dique y luego ves como lo arrasa todo y
se esfuma como si halaran una cadena imaginaria. Allá va eso.
No salía de mi asombro por el poderío del disco hasta este punto cuando
entran los acordes iniciales de “Fondo”.
Recuerdo que en una larga tertulia etílica discursábamos
sobre cómo a veces uno imagina que toca el fondo; es decir, aquellas ocasiones en que la derrota física y
mental te hunden en un pozo profundo, y tú imaginas que tus pies tocarán el
fondo, sin embargo, te encuentras con que "está mucho, mucho más
abajo".
La desesperación abre paso a otro pequeño respiro. Por eso le sigue “Salida”. Un tema que trae un poco de aire fresco, algo
de esperanza, un bajón de velocidad para contar las bajas que han dejado este
viaje trepidante. “Salida” nos aleja del
peligro y a medida que baja el volumen al final uno encuentra el sosiego.
Hacia la recta final del disco llega “Confeso”. La voz se desviste y se exhibe. Guitarra y voz arrancan una lánguida
confesión que más allá de la esperanza nos acercan a la tentación del fracaso de
quien se sabe perdido en un desierto.
No es el tema más fuerte, pero trae una secuencia perfecta que le da fluidez al disco.
No es el tema más fuerte, pero trae una secuencia perfecta que le da fluidez al disco.
Con las defensas abajo uno continúa el trayecto. Vamos abandonando el desierto de
desesperación y un horizonte nuevo se acerca.
“Respiro” es un tema en esencia triste, sí, pero que evoca el alivio
que solo brinda la soledad de quien ha sufrido y que a los golpes aprendió a
defenderse. Es un tema de carretera y de
libertad absoluta. De aquellos que te hacen apreciar el panorama.
La música meditabunda, te lleva hacia arriba, de vuelta a la superficie. “Ahora puedo respirar” dice reiteradamente la voz en una suerte de mantra para almas malditas.
La música meditabunda, te lleva hacia arriba, de vuelta a la superficie. “Ahora puedo respirar” dice reiteradamente la voz en una suerte de mantra para almas malditas.
Entra la batería, la distorsión y entonces, la colosal voz de Charles
Bukowski en uno de los poemas más desesperanzadores
jamás escrito “Dinosauria, We”.
“The fingers reach for the bottle, The
pill, The powder…
We are born into this sorrowful
deadliness…”
Las líneas desgarradoras del poeta maldito se alejan con la música y el
disco está a punto de terminar.
Así, después de este colosal despliegue de guitarras, bajo, batería y
palabras de desesperanza, rabia y locura, llega “Roto”, que da nombre al disco.
Sin darnos cuenta hemos atravesado el portal.
Ya estamos del otro
lado. “Roto” es más cósmica, más "mental". Pero el mensaje es lapidario: “¿Regresar
para qué?”. Y tiene razón, ya después de
haber atravesado los derroteros más peligrosos Infierno, Purgatorio... ¿por qué regresar? No tendría sentido.
Este disco dibuja con cada tema un mapa como los círculos de La Divina Comedia de Dante. Abraham es la voz de
Virgilio que nos lleva hasta los avernos, nos pasea al Purgatorio y nos saca al Paraíso, o a una idea de éste.
Regresar es imposible. La experiencia ha sido completa.
Regresar es imposible. La experiencia ha sido completa.
Ahora, silencio, entra la parte rítmica final de “Roto”, del tema y del
disco.
Es una canción que nos mantiene en vilo sosteniendo la respiración hasta sus
últimos estertores. Una guitarra se deshace dándonos la despedida. En definitiva, “Roto” es un viaje que merece
la pena.
Todas las canciones están completas. Me atrevo a decir que no se dieron concesiones, ni se hirieron animales en la elaboración de este disco.
Levanto la copa por este disco. Larga vida a Grannada.