lunes, 30 de diciembre de 2013

Hay torpezas en la vida tan grandes... ¡Yo lo sé!

Vi a César Vallejo en Facebook y una parte de mí se derribó.

Y no fueron sus palabras, sino el sitio en donde lo vi.

Mi mano derecha utilizó el ratón del ordenador para oprimir la diminuta frase “me gusta” y mis entrañas se apachurraron como quien desecha una hoja de papel.

La equivalencia del vil acto es equiparable a encontrar al maestro peruano en la calle en su abrigo raído de tristezas y su espíritu taciturno, y sencillamente levantar el dedo pulgar diciéndole “me gusta” su poesía y retirarme sin más.
Imagino la extrañeza en su mirada ante mi insensatez y torpe vulgaridad.

Por años he dedicado múltiples publicaciones de Facebook a algunos escritores y libros.  

Jamás me sentí tan desolado como ahora.

Quizás lo que empeoró o probablemente generó esta cascada deprimente fue la imagen que acompañaba al texto.

Es él.

Es el señor César y su mirada hacia el averno.
Es una foto en blanco y negro en donde viste un abrigo oscuro y grueso.
Podría estar en un parque, pero su mirada lo ubica indiscutiblemente en un cementerio o en el cadalso.

Su mirada.

Nada más su mirada es devastadora.
Está leyendo lo que diría su tumba después.   
Quizás lee a inscripción de una cripta grisácea que contiene las cenizas de lo que un día encarnó su felicidad.
De igual manera, Vallejo se mantiene de pie con las manos juntas por delante y sus ojos vacíos miran a la nada en el piso.

Y yo sencillamente escribí “me gusta” y el mundo se me vino abajo.
El horror que experimenté después fue terrible. 
Escritores como él viajaron revestidos de tristeza, abrigados muchas veces por la melancolía del alcohol, hacia el vacío de cientos de páginas de las que fueron prisioneros y cuya única salida fue la muerte.
Vallejo habla como nadie del dolor porque lo experimentó como pocos.

En Los Heraldos Negros, hacia 1918, plasmó esto: 

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé. Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma... Yo no sé”.


Y yo le puse “me gusta”… yo no sé.