lunes, 2 de septiembre de 2013

La Ausencia del Héroe: Hoy tendría 93 años

No recuerdo la primera vez que leí a Bukowski. 

No sé donde estaba sentado. Ignoro cuál era el clima ese día. Seguramente estaba completamente sobrio y absorto con la idea de que estaba a punto de descubrir a un gigante.

A cada palmo de esas nuevas páginas, daba un salto hacia un abismo de licor y poesía del autor que se ha convertido en una gran fuente de inspiración, refugio y escape. 

Quizás el primer título con el que me topé fue "Música de Cañerías". La conjugación en el título de armoniosas notas musicales y cloacas de súbito me pareció genial.

Acababa de terminar mi período con Henry Miller y sentía que estaba preparado para dar el siguiente paso hacia el mundo de Bukowski.  

A diferencia de Miller, Bukowski me deslumbró - y aún lo sigue haciendo - por la sencillez de sus párrafos y porque con una línea de cinco palabras; quizás menos, describía la atmósfera completa y te transportaba a su universo.

Este fue un paso natural que disfruté a plenitud cuando en un pasaje de alguno de sus libros Bukowski decía que disfrutaba de parte de la lectura de Henry Miller, pero que en otros momentos le resultaba aburrido.  Con ello me daba cuenta de que estaba en el camino correcto, porque yo opinaba igual. 

Con el tiempo conseguí y consumí sus palabras.  Paso a paso aquel tabernario maestro me guiaba dando tumbos hacia su tórrido apartamento, sus bares, sus mujeres y cuanto a orate conocía.  

En ocasiones acompañaba sus lecturas con cervezas, de modo que sus páginas cobraban un sabor de realidad inmejorable.  

Al cabo de un tiempo me fui dando cuenta de que con cada libro, Bukowski iba desgranando episodios de su vida.  No es necesaria una autobiografía completa del autor si lees en este orden "Hijo de Satanás", "La Senda del Perdedor" y "Cartero", tendrás la película completa.

No soy un experto en la materia.  Sus libros han visto más ediciones y re-ediciones que los discos de Jimi Hendrix.  Yo aproveché las versiones de los libros con los que me tropezaba en el camino en díscola armonía.

También me hice de algunos títulos en el idioma original.  Otro festín que únicamente me confirmó la maestría de quienes tuvieron la majestuosa tarea de traducir los textos a español. Al leer estos textos en el idioma del autor también podía escuchar su voz y me imaginaba la cadencia de sus dedos en la máquina de escribir mientras los desgranaba.  

El 16 de agosto pasado - a la sazón del cumpleaños de mi amigo Abraham - caí en la cuenta de que también era el natalicio de Henry Charles Bukowski.  Tantos años leyéndolo y nunca había reparado en ese detalle.  Quise remediar inmediatamente ese desliz y empecé estas líneas, pero no las terminé.  

Trato de recordarlo todo sobre el autor: Los textos, los vídeos en donde le he visto, sus poesías... pero siento que el espacio es reducido y no alcanzaría abarcarlo en su totalidad.
Lo que hubiese dado por acompañar a aquel equipo de producción que lo entrevistó por varios días para prepararse para la película "Barfly", y sentarme a beber escuchándolo en sus epifanías y en sus cuentos inventados. 

Pero no tuve esa suerte.  Quedan las páginas y los vídeos. Y nada más. 

Al margen de cualquier análisis, debo admitir que uno de los mayores placeres de meterse en las páginas de sus libros es el buen humor.  

Este es un hombre que sufrió por publicar sus historias, que se sintió un perdedor durante su vida y que al llegar a la "fama" se sintió defraudado porque para él "era demasiado tarde" y no había nada peor que "demasiado tarde".  

Y a pesar de sus desventuras (que relataba con siniestra maestría) siempre mantuvo el buen humor.  Existen episodios en sus libros en los que tenía que detenerme para reírme largo rato hasta que me dolía la barriga. Solo un maestro puede contar tan bien sus historias que te afecten hasta el dolor.

Bukowski no es un maestro por su consumo de licor.  Lo es por su obra, sus ideas y su perseverancia. 

En esta era de redes sociales es constantemente citado con diversas frases modificadas para que quepan en pánfilos pósteres que no le hacen justicia a su magnitud.  Es común que algunos utilicen dichos ardides de Internet a modo de estandarte que los muestre como bebedores eruditos sin tomarse el tiempo de leer ni un solo libro completo.  Antes de caer en dicha práctica, es bueno tomarse el tiempo de buscar al menos sus poemas sueltos para darle el contexto apropiado.   

Después de Bukowski encontré muy pocos autores que me hablaran con tanta claridad. Quizás solo el cubano Pedro Juan Gutiérrez y - uno de sus maestros - John Fanté; se acercan en la audaz crudeza de sus textos.

Lo bueno es poder disfrutar de estas lecturas ya sea con una taza de café en un domingo de resaca, al calor de una tarde sabatina con una cerveza helada o de noche sin absolutamente nada que beber; porque lo que importa son las palabras.