Permítanme explicarme.
Por años he escuchado la
frase: “hay que apoyar al rock nacional”.
Por algún motivo esa frase
de tanto escucharla me empezó a sonar pordiosera, limosnera, lastimera,
debilucha y anacrónica.
Aquella misma frase
empecé a entenderla como un mandato incontestable, casi un reproche, indicando
que había que salir de casa, pagar una entrada, pararse frente a un escenario y
aplaudir, gritar y sacudir el piso por cualquier banda por mala, malísima,
pésima o inútil que fuese.
Entonces llegó el
punto en que me dije ¡BASTA!
Y apliqué el mismo
principio que utilizo con las bandas extranjeras que escucho: solo voy a los
shows de las bandas que me gustan o me interesan, todas las veces que pueda.
Basado en esa premisa,
eso explica por qué fui a ver Metallica y no me inmute por NOFX, por ejemplo.
Ambas bandas
legendarias, buenísimas en su territorio, sin embargo una de las dos me habla
más a mí que la otra, una me gusta más que la otra, por una estaba dispuesto a
gastar mi dinero, por la otra no. Hubiese
ido por la curiosidad a aquella segunda, pero encontré otras cosas que hacer
que me distrajeron de rumbo. Al final es cuestión de gustos, lo lamento.
Por ende, siguiendo mi
principio, solo bebo y levanto mi trago con las bandas que me mueven el piso. Solamente
grito, me aprendo los temas y soy fanático de aquellas bandas que se acoplan al
estilo de rock que me gusta.
También aplaudo el
esfuerzo de aquellas otras bandas que aunque su estilo no es mi favorito, si
demuestran que son absolutamente dueños del escenario y no temen mostrar lo que
genuinamente hacen mejor: tocar bien.
Me parece que algo
debe quedar claro: El hecho de ejecutar
un instrumento, invertir tiempo y dinero en crear música, no te garantiza el
derecho de capturar a una audiencia que sencillamente no le interesa escucharte.
Tampoco puedes
abrogarte el derecho de obligar al público a verte y gustarte, si no pones de
tu parte, si no conectas con el público enfrente del escenario.
Lo que quiero decir es
que existe una responsabilidad con las personas que fueron a verte.
Tienes que
convencerlos de que mereció la pena invertir cinco o tres dólares.
Y si lo logras, la
próxima vez vendrán y traerán a sus amigos, y después un desconocido en la
calle te parará y sin conocerte te llamará por el nombre de tu banda.
Se trata, según lo
veo, de un principio de deberes y derechos.
Tu como banda de rock
tienes el derecho de tener sitios donde tocar, el derecho de hacer la música
que te de la gana, el derecho a convocar a una comunidad para disfrutar de tu
música.
Pero al mismo tiempo,
tienes el deber de entregarte cien por ciento en el escenario, tienes el deber
de hacer sentir al público una pizca de lo que pasa en tus letras, tienes el
deber de saberte tus propias canciones y mostrarlas con la mayor potencia
posible.
Por eso, de mi parte,
si escucho una banda que desafina, suena mal, que no se preocupa por hacer buenas
canciones y que, encima y sobre todo, no les interese dar el 100% cuando están
en el escenario al proyectar su música a la audiencia, entonces no se merecen ni
un minuto de mi tiempo.
Para mí no se trata de
apoyar o no.
No es mi culpa que un
show no se llene. Pregúntenle a la banda
si ha cumplido con su deber.
Una buena banda puede
tener una audiencia de cinco a diez personas las primeras cinco veces que
toquen, pero si se hace el trabajo y se cumple con los deberes para con su
público (entregando un espectáculo como si fuera para un estadio repleto) la
próxima ocasión tendrán a un cúmulo humano que no querrán perderse ni una sola
canción.
Así que, me gustaría
que en algún momento cambiemos aquella frase de “apoyemos el rock nacional
yendo a tal o cual show”, por una que diga “no te pierdas este show porque
estará buenísimo” o “mira por primera vez a esta banda que no ofrece disculpas
ni concesiones solo rock”.
Así sí se construye
una comunidad que vaya con frecuencia a los bares y festivales.
Algo que me gusta de
esta época es que ya se han dado muestras palpables de que esto resulta: las
bandas que fueron al Festival de Rockistmo eran todas buenísimas y entregaron
todo lo que pudieron sin absolutamente nada que envidiar (y en ocasiones un
poco superiores) a las bandas extranjeras.
Hay bandas tan buenas
que no saco de mi iPod. Así es como se
construye una comunidad de rock.
Ahora por aquellas
bandas que están haciendo un buen trabajo: ¡Excelsior!