miércoles, 29 de agosto de 2012

De cómo una compañía telefónica me sacó de quicio en una tarde apacible


Transcurría una apacible tarde de martes
Eran los finales de un pánfilo mes de agosto
Quise llamar a un amigo para bebernos unas cervezas en cuanto terminara mi jornada
Un mensaje me despertó de mis elucubraciones etílicas
“El servicio ha sido desconectado temporalmente”
Imaginé que el destinatario de mi llamada habría cambiado de teléfono sin avisarme
Me extrañó de inmediato
Él es muy allegado y me habría advertido de semejante cambio
Intenté llamar a su hermano
El mismo mensaje con la misma voz femenina sensual y robótica
“El servicio ha sido desconectado temporalmente”
Dos teléfonos con el mismo problema
Aventuré una tercera llamada a un colega de trabajo
Nada
Llamé a mi hermano
Nada
Solo el mensaje que empezaba a taladrarme el cerebro
No podía hacer llamadas
Llamé al servicio al cliente
Me atendió un tipo absolutamente tosco
Solo por su tono cuando dijo “¿en qué podemos servirle?” advertí que era un insoportable
Conozco a ese tipo de gente: fanfarrones que con grandes aspavientos y mucho ruido imponen su modo de pensar – o al menos creen que lo hacen – ignorando que uno como interlocutor no perdió la discusión, sino mas que dejó de prestarle atención y en el fondo se burla de el.
Le expliqué la situación: no puedo hacer llamadas, ¿sabe de qué se trata?
“Permítame revisar su cuenta”
Inserten aquí un silencio incómodo en el que solo se escuchaban sus brutas tecleadas con sus gigantescos dedos y su respiración de búfalo enfermo.
“Si aquí le aparece que debe 92 con 85 y como sobrepasó el límite de minutos de llamadas el servicio se encuentra suspendido”.
-          “¿Pero cómo es posible si aún la factura del mes…” le dije
“Eso es lo que le aparece. La factura sale hoy. Pero hay manera de subir ese límite. ¿Desea subir ese límite o prefiere pagar la factura?”
-          “¡Claro que voy a pagar la factura… tengo que pagarla!” añadí a su proposición
Y esto me respondió con su irrefutable personalidad barbárica: “YO NO LE ESTOY DICIENDO ESO SEÑOR, LE ESTOY DICIENDO QUE PUEDE SUBIR EL CRÉDITO SI QUIERE”
A estas alturas preferí atenerme a aquel viejo principio de prudencia antes de estallar
-          “Gracias, no voy a subir el límite, solo pagaré la factura”.
Escuché su tono hipócrita repitiendo las mismas líneas que le dieron para aprenderse cada vez que atiende una consulta telefónica.
Cerré el teléfono
Me preguntaba ¿cómo iba a poder reclamar semejante saldo si ni siquiera sabía por qué me cobraban esta suma?
Regularmente en un mes de llamadas no gasto más de 45 dólares. Los mensajes de texto son los que priman en el desenvolvimiento diario de mis menesteres. Las llamadas son para momentos exclusivos y muy raras emergencias.
Ni modo.
Llegué a mi casa, me cambié de suéter, me puse una gorra y salí disparado a la sede de la compañía telefónica que está a unas cuadras de mi casa.
Apenas entré recibí una recriminación con la más grande de las delicadezas de nuestro país:
“¡SEÑOR LA GORRA!”
Ni siquiera “disculpe por favor sería tan amable…”
No para nada
“SEÑOR LA GORRA” indica que uno debe remover aquella pieza de la cabeza para evitar ser confundido con un malhechor.
Me quité la gorra.
Cuando el guardia que había dado unos pasos hacia mi dirección se cercioró que me quitaba la gorra, le sonrió y coqueteó con una de las vendedoras detrás de mostrador circular.
Llegué a la caja.
Di mi número de teléfono
Su factura es de 92 con 85
Lo pagué con una tarjeta
Cuando plasmaba mi firma en el pequeño recibo de pago quise preguntarle ¿por qué no me habían advertido de que me acercaba al límite de mis llamadas?
“Yo no sé joven. Vaya allá donde están nuestros agentes”
Mi rabia se unió al hambre de la tarde
La combinación habría tenido efectos nefastos si se combinaba con una larga espera
Me largué tan pronto como pude
En la calle la gente en la acera caminaba más lento de lo normal
Mi rabia aumentaba
Podría haberle dado un puñetazo a alguien
No sabía cómo me habían sacado tanto de quicio
Llegué a la casa
Me traté de calmar
Intenté una llamada
“El servicio ha sido desconectado temporalmente”
-          “¡ME LLEVA EL DIABLO!”
Llamé al servicio al cliente
Sin que sonara el teléfono me atendió una chica
Le facilité mi número de cédula
“Perdón señor…  ¿me dijo que su cédula termina con 95?”
-          “si ¿por qué?”
“Necesito preguntarle su fecha de nacimiento porque tenemos una discrepancia con su número de cédula”.
-          “¿Pero si hace unos momentos llamé a un agente de servicio al cliente (trato de ser siempre cortés con ellos a sabiendas de que estoy siendo grabado) y mi cédula no tuvo ningún problema”
“Si señor es que aparentemente nos dio una información que tiene una diferencia con el dato que tenemos acá”
Es decir que YO di mal mi propia cédula.
La telefónica y mi interlocutora que no me conocen saben mejor mi número de cédula que yo.
Impresionante.
Me despedí de ella
Le di las gracias
Cerré el teléfono cuando ella aún se despedía
Esa fue mi única venganza por hacerme perder los estribos en una tarde absolutamente apacible.