martes, 24 de agosto de 2010

Desperté con una sonrisa monumental

Tuve un sueño maravilloso. Al menos ahora reparo en su majestuosidad. En mi sueño yo entraba a un bar desconocido. Estaba bastante limpio y ordenado quizás demasiado fen-shui para mi gusto. Algo olía mal ahí, pero era un bar, así que entré.
Los que estaban dentro eran caras profundas. Algunas con varios años encima. Barbas tupidas y ojos oscuros y brillantes, ojos indagadores, algunos miraban con curiosidad respetuosa otros ya se mostraban incómodos. Yo ignoré el recibimiento de pocos amigos y me senté en la barra. El tipo barbudo de la barra se me quedó mirando.
- “Dame una cerveza” le dije.
- “¿Estás en paz con tu alma?” me preguntó el bartender en un inesperado acto de audacia.
- “Quizás por eso necesito una cerveza”, le dije.
El hombre se volteó, buscó una cerveza y me la dio. Saqué tres dólares los puse en la barra. Me los devolvió.
- “Aquí se bebe para trascender”
No lo dudé. Bebí y pedí otra y luego otra. Había algo extrañísimo en todo aquello.
- “Creo que hay algo raro con esta cerveza” le dije al cantinero barbudo.
- “¿Qué es?”
- “No sé, dígame usted... qué marca es? Cuanto tiene de licor?”
- “Es especial, hecha en casa... no tiene licor”
- “A maldita sea! Por eso era... dame la más potente que tengas entonces...”
- “No bebemos licor aquí... sino, no trascenderíamos...”
- “Pero esto es una maldita farsa? No dice afuera ‘bar’?”
- “El propósito de las cosas no es sino otro que aquel que uno desee darle...”
- “Mira filósofo basura me largo de esta pocilga!”
Cuando me levanté de la silla tenía a otro tipo atrás. Otro barbudo. Parecía latino. Habló con acento portugués.
- “Qué pasa amigo”
- “Amigo? Ningún amigo, me largo!”
Lo quité de mi camino y traté de salir. Ahora los que estaban sentados se fueron poniendo de pie. Me detuve. Planté ambos pies en el suelo. Tomé una botella vacía de una mesa.
- “ah... el que no me deje salir de aquí le voy a sembrar esta pinta en la cabeza!”
- “Acaso no entiendes? Hermano” – dijo el portugués – “este es nuestro sitio especial, el lugar donde trascendemos espiritualmente, nuestro refugio de amor y de meditación individual y grupal...”
- “Me largo”
Escuché una voz que dijo de detrás de la barra “Paulo, déjalo, este no es de los nuestros... mira sus fachas!”... Paulo (que ahora entendí quien era) le dijo “démosle una oportunidad Osho... todos encontramos la salvación de alguna manera”...
No terminó de hablar cuando la botella de mi mano estaba en el aire y sembrándose en la cabeza de un tipo creo que era Brian Wiess... levanté una silla liviana y empecé a sembrarles golpes a todos.
Ahí comprendí que me enfrentaba a Gibrán Khalil Gibrán, que le había dislocado un brazo a James Redfield, a Fulcanelli le sembré otra botella en la cabeza – su sangre decoró el piso blanco, al pobre Dan Brown le dejé un ojo morado de un codazo, Enrique Barrios casi no ofreció resistencia – le quebré un dedo con la mano derecha. Nadie o casi ninguno ofrecía mucha resistencia, sólo Eckhar Tolle trató de tomarme por sorpresa pero me agaché, lo tumbé al piso y no dejé de propinarle golpes hasta que J.J.Benitez me tomó por un brazo. Se ganó un puñetazo en el estómago que lo dobló cayéndose al suelo.
Paulo Cohelo se me acercó. Estaba fuera de sí, muy alejado de la imagen que tenemos de él en sus basuras de libros.
- “¿Qué hiciste!”
- “Trasciendo mis límites!” le dije riéndome
El cantinero estupefacto miraba la escena. No salió de la barra. Estaba muy viejo. No, creo que el está muerto. Igual nunca escribió nada bueno. Salí del bar y de mi sueño con una sonrisa en la cara.
¿Vale la pena que se gaste tanta tinta y pestañas con la lectura de lugres comunes? ¿Quién es capaz de seguir los pasos del ermita o del sabio? ¿Quiénes rayos son estos payasos que te dicen qué hacer?
Me desperté feliz. Lástima que sueños así no se repiten. Lástima que son falsos. Una lástima, una verdadera lástima.