domingo, 8 de noviembre de 2009
Parodia de un tipo que escribe
Este es solo un documento en blanco. No se debe temer a una página vacía. La única manera de no temer escribir, es haciéndolo. Enfrentado a estas vacilaciones y ante la tentación de huir de una realidad de la que parece no haber otra escapatoria que dedicándose a su escritura, el autor sencillamente se sumerge en sus palabras. Trata de seguir el consejo que Sean Connery dio a un estudiante cuando hizo el papel de un escritor americano apellidado Forrester. "No pienses en nada solo escribe". Apenado porque la referencia literaria surja de una película que vio hace varios años, el autor; el escritor temeroso, continúa su escritura díscola, sin dirección. Se trata, según quiso convencerse, de una catarsis. Un ejercicio a ver qué pasa. Y entonces escucha una serie de canciones de rock estadounidense de los años sesenta y setenta. Trata de imaginar a Bukowski y a Hunter Thompson. La dicotomía lo estresa. Sus sentimientos son a veces cuchillos templados que se calientan a fuego lento. Otras veces son como mantequilla derritiéndose en sus dedos. Otras una almohada de plumas deliciosa. Y se detiene y traquea sus dedos y recuerda lo que leyó en la tarde que lo inquietó. Muchos autores (los de verdad) tienen una vida larga no mínima de 45 años y son exitosos y conocen el mundo como el siente que nunca lo conocerá, entonces eso lo deprime porque piensa que aquellos autores son los que se llevan - y se llevaran siempre - la gloria, porque una multitud de lectores los adoran y tienen críticos que son sus amigos y los presidentes de los países son sus amigos y los periodistas de los mejores periódicos (dando por sentado que son aquellos que están en Europa y Estados Unidos son los mejores del mundo) los invitan a tomar vino y a cenar en lugares caros. Entonces recuerda las librerías pobrísimas de su país y que los nombres que ve son los de aquellos generosos señores que parecen escribir sin descansar y que por un lado lo deprimen sobremanera. Entonces empieza a dudar de su capacidad como escritor. Si solamente ha leído un tercio; siendo optimistas, de lo que otros han leído, incluso otros que son conocidos suyos que no tienen aspiraciones literarias en absoluto. El quiere ser escritor pero siente que no puede y que es una cosa imposible. Entonces regresa esa sensación absurda de que si no busca algo lo encontrará milagrosamente. Y vuelven los cuchillos calientes y las almohadas y la mantequilla derretida y le sudan las manos mientras escucha a Jimi Hendrix y piensa en detenerse a revisar el texto pero no quiere porque según el Forrester de Sean Connery uno sencillamente debe seguir sin detenerse y entonces el siente o se imagina que siente una corriente que lo obliga a continuar en su catarsis (palabra que aprendió en la clase de filosofía en la universidad y de la que no quiere separarse jamás porque lo conforta). Entonces su ojo izquierdo empieza a molestarlo. Esta irritado. Se pone un poco rojo. Seguramente su edad, 32 años, se manifiesta y se asusta de que esta poniéndose viejo y que no ha logrado lo que otros autores o escritores lograron a su edad. Le asusta no haber viajado suficiente ni contar con una larga lista de libros leídos y escritos, ni tener amigos famosos. Y se rasca la cara. Y la guitarra de Hendrix no se detiene y de alguna manera es confortante porque eso es lo que aquella música genera. Y entonces se tranquiliza y decide concluir su texto que no ha llegado a absolutamente a nada y que intentó redondear con algún pensamiento o una cita pero no recuerda ninguna porque el mejor consejo literario que alguna vez escuchó lo sacó de una película.