jueves, 11 de junio de 2009

Extraños recuerdos en un día rarísimo que terminó bien

Me desperté con una sensación extraña. Era de madrugada y me sentía extraño. Estaba en el medio de un paz tan tremenda que me empujaba a pensar que las cosas no andaban bien. Realmente todo era extraño. Cerré los ojos. Los volví a abrir. Seis de la mañana. Oscura mañana. Las nubes se entorpecían el paso unas a otras y nadie daba paso. Por eso se veía una irregular masa grisácea oscura casi negra en el cielo. Abajo yo miraba por la ventana a los colosos esponjosos en su rabieta matinal. Todo era paz aquí en mi cuarto. Pero todo estaba tan sospechosamente tranquilo que me empecé a inquietar. Escuché algunos ruidos de personas inexistentes. Los traté de adjudicar a alguien abajo, pero no era el tipo de ruido que se pueda escuchar a siete pisos del suelo. Me levanté y fui al baño. Mi cara se extrañó muchísimo al ver la figura de este desgreñado ojeroso y confundido ser del otro lado. ¿Qué me pasó? No entendía. Pero la relajación era total y el sentimiento de inquietud se mantenía. Tomé un baño frío y me arreglé para salir a trabajar. Me pareció escuchar a alguien afuera bastante cerca, salí al balcón, pero no pude ver a ninguna persona en la calle. Era como si me hubiese ido a otra dimensión, una en la que sólo existían las cosas, pero sin personas, ni siquiera con las que vivo. Salí a la calle asustado pero aún con aquella paz que fluía por mis venas. Aún no veía a nadie. En la esquina me pude tranquilizar: vi gente. No estaba en otra dimensión, estaba aquí en esta dimensión, en la mía, en la de todos los días. Jueves. Es jueves y todo marcha bien. Creo. Aún algo se me antojaba insoportablemente pasivo. Toda la mañana transcurrió en medio de aquella calma generada por el congestionamiento sideral arriba. Aquellos nubarrones me trajeron un recuerdo de infancia. A mi no me gustaba ir a la escuela. Prefería mi mundo en la casa rodeado de figuras de acción, lucha libre, guerra y el cosquilleo que ocupaba a mis oídos las primeras canciones de rock que descubría a diario... pero tenía que salir de la casa e ir a la escuela. Entonces, por alguna razón, mi mente empezaba a tener aquellas fantasías (que de una u otra manera esperaba que se hicieran realidad) para no tener que ir a la escuela. Una de las que más anhelaba era que una gota gigantesca de algún tipo de líquido espeso se posara sobre el techo de la casa imposibilitando la salida de todos. Me sentaba en el retrete antes de bañarme, cerraba los ojos y esperaba que aquella gigantesca gota de goma transparente apareciera. Pero nunca cayó y jamás se taparon puertas y ventanas. Terminaba de arreglarme y me iba a la escuela cabizbajo pensando en por qué no había ocurrido. También había otras fantasías como aquella en la que llovía tanto que mandaban a cancelar las clases, o que una invasión de guerreros vestidos con pieles de animales llegaba a caballo al pueblo asustando a todos y obligándonos a refugiarnos en nuestras casas por un tiempo indefinido.
Las nubes siguieron pasmadas un buen tiempo sobre mi cabeza. En la tarde aún estaban empantanadas. Ni siquiera dejaron que lloviera. Por mi todo estaba bien ahora.
Una serie de acontecimientos durante el día cambiaron mis ánimos dándome una suerte de esplendor interno incomparable. La anticipación de un incidente futuro que se acerca inevitablemente me mantiene ahora despierto, feliz, ignorando frustraciones y estrés. Ah! Qué delicia recibir una bocanada de aire fresco justo después de algunos días díscolos repletos de situaciones extrañas y desagradables. Por ahora todo marcha bien. No, todo marcha mejor. Sí, mucho mejor.