Parece que todo el mundo está en contra de China. Mientras escribo esto aparece un reporte de televisión que da cuenta de los niveles de polución en el aire que respiran 1,300 millones de chinos.
Al mismo tiempo veo una de esas interminables cadenas que envían por correo electrónico, en la que se observa a una multitud de bañistas en alguna playa de esa lejana nación.
No parece haber espacio para caminar, plantar un paraguas de sol o siquiera para entrar a mojarse los pies. Me puse a pensar ¿o la playa es muy chica o nadie se conoce otro sitio para bañarse en el verano?
Los ataques contra la gigantesca nación comunista surgen en el marco de las Olimpiadas.
Cuando la llama olímpica inició su recorrido escuché y leí sobre un boicot por llevarse a cabo estas competiciones en un país que atenta contra los derechos humanos.
Derechos humanos en China. Me disparo a la plaza de Tiananmen, cuando aquel tipo de camisa blanca y pantalones negros permanecía inmóvil frente a un tanque de guerra.
China está tan lejos que no la entiendo. No comprendo los garabatos que escriben ni la jeringonza que hablan. Entonces no termino de comprender por qué detestan a ese país. Cualquier electrodoméstico de la casa o la oficina tiene inscrita la indeleble frase “made in china”. ¿Es así de malo?
China ha sido denominada por algunos la fábrica del mundo. Bueno, eso no me parece una infamia.
El problema es su sistema político entonces. El presidente del país, Hu Jintao, líder también del partido comunista, jefe del Ejército Popular de Liberación y presidente de la Comisión Militar Central es el problema. Él representa aquello que varias naciones y personas en el mundo detestan. Debe ser.
Aunque si se le ve de frente no parece un mal tipo, de hecho parece una caricatura. Yo diría que ese tipo riega sus plantas y hace interminables crucigramas en su tiempo libre. ¿Ese hombre de aspecto tonto, bonachón, inofensivo y debilucho es una amenaza? ¿Él es el problema? O es él, más el séquito de marmotas uniformadas que lo acompañan.
En el camino, me llega otro correo electrónico en inglés que dice “China está tan preparado para las olimpíadas”.
Esta es una presentación en powerpoint que destaca una hilera de gazapos ejecutados por chinos que trataron de traducir de su idioma al inglés menús de restaurantes, letreros en las calles, avisos, etc. El resultado es desastrosamente gracioso.
Sin embargo, en un país de miles de millones de habitantes el margen de error en la escritura imagino debe ser proporcionalmente mayor al de cualquier otra nación de menor población, ¿cierto?
Luego están aquellas imágenes que recorren el mundo de ollas y puestos de comida repletos de grillos, gusanos, alacranes y hormigas sumergidos en salsas agridulces, o tostados a la plancha. Bueno, y si hay gente que come bichos ¿a mí qué? Yo no lo haría. No señor, aunque me esté muriendo de hambre, no me voy a comer un grillo frito sólo porque está embadurnado de miel.
Mi completo desconocimiento de la política China me descalifica para hacer cualquier comentario coherente de un país que – repito – concibo lejísimos y cuyas dimensiones son difíciles hasta de imaginar. Entonces, dejen que hagan sus olimpíadas.
Antes de terminar, miro el periódico, el atleta panameño que viajó a las olimpiadas perdió todo su equipaje al llegar al aeropuerto. Oh! Demonios!