Estoy de regreso a la lectura. Me encuentro en medio de los años 50 con Ryszard Kapuscinski en una de las antiguas naciones del bloque soviético, al mismo tiempo que miro perplejo, con regocijo y morbo el crecimiento de Charles Bukowski - contado por él mismo - como el Hijo de Satanás, y al mismo tiempo tomo parte de la primera expedición estadounidense que llegó a las costas del Atlántico panameño en búsqueda de una ruta para construir un canal.
Leer es vivir, respirar, alimentarse. Es estar con los autores en medio de sus aventuras y desgracias. Es estar detrás de ellos mientras escribieron encerrados en sus habitaciones húmedas, llenos de enfermedades, muchas veces muertos de hambre y de desamor, pálidos de angustia y con necesidades inaplacables.
Yo tengo probablemente 40 libras de sobrepeso, estoy enamoradísimo y si tengo hambre voy al refrigerador y me lleno la panza... Hasta cierto punto, si me pongo a pensarlo, me debería sentir un poco mal por esos escritores que la pasaron horrible mientras escribían las páginas que yo devoro. Bah! Ellos alcanzaron la inmortalidad, entonces digamos que - en proporciones guardadas - estamos a mano.
Lo divertido de esta etapa en la que me encuentro sumido en las páginas de los libros es que ha llegado - al unísono - un personaje que representa la suma de aquellas características deliciosas que me encantan: Libertinaje, locura, ridiculez total.
Un grupo de genios creó una serie ¿televisiva? sólo accesible para mí por YouTube. La serie tiene como personaje central a un decadente y ridículo sujeto con antifaz, que han denominado "Italian Spiderman" (lo delata un suéter rojo y el dibujo de un arácnido en el pecho). Toda la obra (producida en 2008) recrea una ficticia serie de los años setenta en la que un obeso súper-antihéroe hace lo que le place en el mundo. Macho, bigotón, narcisista, increíblemente fantástico; Italian Spiderman es capaz de cualquier cosa. Hablada completamente en italiano con villanos salidos de un filme de El Santo o de aquel primer Batman televisivo, Italian Spiderman le recuerda a la audiencia lo bueno que es reírse de aquellos malísimos efectos especiales, de las pordioseras producciones setenteras llenas de pelos en la pantalla y de la música hippie que envolvía lo que tocaba en un frenético baile beat aterciopelado.
Me río muchísimo con este delicioso personaje. Me olvido de lo cuadrado que es el mundo en que me toca vivir por ahora (entiéndase por mundo la realidad palpable en que vivo y el "ahora" en el concepto del momento preciso en que suceden las cosas).
Los libros, la risa. Qué buena combinación. Casi tan perfecta como el rock y la cerveza. Mmmmm cerveza! Ya regreso, me voy a beber una.
P.D. Lean. Y cuando se cansen de leer, busquen a Italian Spiderman para que los proteja.