martes, 24 de junio de 2008

31 SE BEBEN EN GRANDE

El 22 de junio de este año cumplí 31 años. 31 años no se fuman en pipa, se beben en grande! Me desconecté del mundo por completo. Escapé con unos pocos cómplices a una playa desierta y lluviosa. Bebí y comí como un vikingo: sin guardar compostura, barbón y hablando mientras masticaba. La cerveza fluía como un río interminable.
Allá en esa playa hubo dos momentos en donde pensé que soñaba: En uno de ellos me encontré acostado en la arena poco después de la medianoche, rodeado de velas puestas en vasos plásticos, viendo cómo estallaban a lo lejos fuegos artificiales que nunca supe quien disparó. Todos gritamos de alegría: yo acababa de apagar las velas de mi dulce en medio de la playa y de pronto el estruendo y un destello loco de colores verde, rojo y amarillo dibujaba contornos extraños en el firmamento.
Otro momento fue cuando me metí al mar en medio de la tempestad. Era de día. Llovía a cántaros. El agua nos golpeaba los hombros, la cara y la espalda y se sentía como si cayera escarcha fría del refrigerador y se colara hasta los huesos. Pero el agua del mar era diferente. Estaba tibia, deliciosa, acogedora, tranquila aguantando los mini témpanos de hielo que le escupía dios desde el cielo.
Es el primer cumpleaños que celebro lejos de cualquier lugar al que pueda llamar mi casa o mi hogar. Aunque si tomo en cuenta ese momento específico puedo decir que mi hogar lo hacen quienes estuvieron conmigo ese día y quizás, tal vez, quienes no pudieron acompañarme y temieron que una tormenta los ahogara a las profundidades del mar o sencillamente estaban demasiado lejos. Tengo 31. No me siento muy distinto. Me siento bastante entero. Me siento bastante contento. Ya son 31. Me acuerdo cuando cumplí 10, entonces me sentía grande. Ya pasaron 21 años desde entonces y me siento bastante bien. Veremos qué viene ahora.