lunes, 5 de marzo de 2012

Ríos de alcohol que no embriagan en la noche de los filibusteros

El alcohol en grandes cantidades mata. Se llevó a un somnoliento Bon Scott a los hirsutos aposentos de la Parca antes de que viera la luz de más días.
Sin embargo, existen excepciones. Algunas veces esos demonios del exceso olvidan poner un límite y te permiten cruzar al otro lado temporalmente y regresar ileso sin resaca al día siguiente.
Eso fue lo que pasó en el Festival Verde de la Cultura Musical. Excesivos ríos de licor se desbordaban por todas partes y no importaba cuanto ingerías las consecuencias eran nulas.
El festival fue diseñado para promover la conciencia verde y reunió a cuantas bandas fue posible en un período de unas diez horas en un mismo sábado.
La mayoría eran jóvenes con algunos estilos que para mí son difíciles de degustar.
Muchas de estas bandas pertenecen a una nueva generación que sencillamente ya no habla con los mismos códigos con los que crecí o que marcaron las pautas de lo que yo considero rock.
Basado en la premisa de que el mundo no gira alrededor mío, puedo decir que los asistentes disfrutaron del espectáculo tremendamente y que el concierto completo fue un éxito total.
Pero cabe una pregunta más importante ¿qué hacía yo ahí? La respuesta es Grannada.
Invitados por el Festival Verde de la Cultural Musical, Grannada tenía previsto un show de menos de media hora con un repertorio para sacarle el aire a cualquiera y quizás en completa antítesis al resto de las propuestas de ese día, con excepción de unas dos o tres bandas más.
Yo no sabía que iba a terminar en una tarima con ellos. Estaba contento de que ellos fueran parte del show. Con eso me bastaba. Ya me veía vagando por los predios de Clayton hasta que aparecieran en escena.
Pero, recibí un mensaje de texto que cambiaría todo.
“Pensamos que sería buena idea que dieras el discurso de ‘Fondo’ y después cantaras conmigo ‘Malsano’. Pedro va a tocar la guitarra. Ya lo hablé con la banda y todos están de acuerdo – Abraham”.
Las manos se me pusieron frías.
Acepté de inmediato.
El panorama se vislumbraba completamente distinto ahora.
Yo tendría acceso a la parte oculta del escenario. Pasaría el concierto del lado oscuro de la luna y tendría la mejor compañía que podía imaginar.
Hubo un ensayo previo al que pude asistir.
Después ya era viernes de noche.
Dado que David era parte de la organización y que ElectricLady debía esperarlo nos quedamos para la prueba de sonido de Babasónicos y de Omar Rodríguez López, los principales atractivos de la noche siguiente.
A Omar no lo sigo mucho.
No soy fanático de Mars Volta o At the Drive In, pero debo admitir que su sonido era bastante bueno y su revoltijo de ideas musicales eran hasta cierto punto muy agradables de disfrutar en la explanada verde totalmente vacía del centro de Clayton.
Tirados en el césped ElectricLady y yo vimos de cerca también a Babasónicos. Pero más que Babasónicos la única idea que poblaba mi mente fue: “quiero conocer a Carca”.
Carca es este músico multifacético que tenía un proyecto homónimo por su cuenta y al que yo me volví fanático inmediatamente. Ahora, el apoya a Babasónicos en guitarra y otros instrumentos bastante eclécticos.
Terminaron su prueba de sonido y uno a uno dejaron sus instrumentos y bajaron de la tarima por la parte de atrás.
David se le acercó.
Le dijo que yo era su hermano y era bastante fanático de su trabajo solista.
Carca de dos mil metros de altura con una sonrisa amable me estrechó la mano.
Debo admitir que se formaron dos gotas de alegría en mis ojos. Le di las gracias por su música por sus palabras sus letras.
No sabía qué más decirle.
ElectricLady le dijo “tú eres una leyenda”.
“Al menos estoy vivo!” respondió el amable gigante.
Le pedí permiso para una foto y por la cordialidad y la alegría con que dijo “claro, por supuesto” me di cuenta de que algún día él también fue fanático.
La foto quedó guardada en mi teléfono. Ese momento quedó para siempre.
Cerré los ojos y cuando los abrí ya era sábado por la mañana.
Pedro llegó a mi apartamento.
Nos tomamos un café y nos fuimos cuando marcaban las once de la mañana y el sol daba un bofetón histórico a la tierra.
Llegamos a Clayton. Nos fuimos a un restaurante cercano. Comí algo con Pedro y se nos unieron Tony y Nayu.
Hablamos y nos reímos largo rato.
Regresamos y nos reunimos con Grannada.
Familia feliz.
De pronto ya era la una de la tarde y nos metimos a una sala de clases que había mutado en camerino para los músicos.
Cuando entré vi la nevera gigante en el piso.
La abrimos y tenía de todo.
En la mesa una botella de güisqui daba la cordial bienvenida.
Yo bordeaba la locura. Esto era alegremente inaudito.
Quería voltear la nevera entera.
Quería meterme dentro y beberme todo: las latas de ron con coca cola, las pocas cervezas y lo que me encontrara, incluyendo los redbulls!
Ahí en ese salón estaban Luchín, Tono, Abraham (Grannada completo) y Tony (nuestro baterista que colabora con Grannada) Nayu y Pedro, que es lo mismo que decir que me encontraba en familia. Y para familia David a quien apenas si veía desde hacía una semana debido a que estaba detrás de muchos aspectos de la producción del festival.
El aparecía en momentos clave como la prueba de sonido o cuando nos tocó subir al escenario.
Y como parte de esa familia llegaron mis hermanas Electric Lady, Olivia Vergara, Miss Kilt Katt y algunas otras amistades que entraban y salían de escena como en una alegre obra musical.
Todo era perfecto. Pero estaba nervioso.
No había trago que lograra calmarme.
Pedro me lo advirtió: “mejor tómalo con calma, todavía falta tiempo”.
Tenía razón.
Traté de tomarlo con calma.
No me di cuenta cuando ya estábamos sobre el escenario para la prueba de sonido. Yo sostenía el tercer trago de Jack Daniels.
La prueba de sonido fue monumental.
Después de un rato regresamos al cuarto.
Bebimos y reímos por lo que me pareció una eternidad.
Nos tomaron fotos. Yo tomé fotos.
Nos reímos otro rato más.
Hubo sushi y empanadas para amenizar el estómago.
Después entró una muchachita en shorts y botas y dijo que era hora de subir al escenario.
No era mi show, pero estaba igualmente nervioso.
Abraham estaba vestido de negro de pies a cabeza y tenía una pañolera roja en el bolsillo trasero.
Todos tomaron su sitio en el escenario.
Cuando la última banda del primer escenario (porque había dos) terminó, Abraham tocó su guitarra.
Chan-chan!... silencio.
Chan-chan! Silencio de nuevo.
Una horda de gente se movilizó del escenario chico al grande.
Parecía un rebaño humano sediento.
“Acérquense! No le tengan miedo al rock!” escupió Abraham por el micrófono.
Tremendo golpe de efecto.
Y de nuevo “chan-chan!”...
Esta era la Maldita Grannada en la inmensidad del máximo púlpito rockero. Puñetazo al plexo solar del infinito cielo azulado que bailaba con el sol preñado hacia las tres treinta de la tarde.
Y las personas aplaudían y gritaban.
Y tomaban fotografías.
Mi trago se desvaneció.
Yo contaba las canciones.
Sabía que tenía que entrar a recitar el final de Fondo y después la guitarra pasaba a manos de Pedro y entraríamos con Malsano.
“No soy normal no tengo dinero...”
Olvidaba líneas.
Las canciones iban una detrás de otra en una desquiciante perfección.
Una cámara de vídeo proyectaba lo que pasaba en el escenario agigantando a cada uno.
Sin darme cuenta ya habían arrancado con Fondo.
Me llegó la hora.
Abraham terminó el coro y me apresuré al centro del escenario.
“Mmm sabes? A veces no sé lo que se tiene que hacer...”
Recité lo que pensé que era que decía la letra original fallando en un 65%.
Cuando estaba a punto de terminar Abraham se acercó a mi lado: “todavía no! Sigue!”.
Oh-oh!
Inventé lo que me vino a la mente repitiendo torpemente algunas líneas.
Y cerré con “cuando creo que ya no se puede caer más bajo me doy cuenta de que el fondo está mucho, mucho más abajo... en serio?”
En nada segundos Pedro tenía la guitarra encima.
Y la guitarra empezó “tararara-tarara-tararara-tarara!”.
Y Abraham gritó “UUUHHHHHHHGGGG!!!”
Canté la canción.
En un momento vi que él se desplazaba en todas direcciones.
Yo no sabía adonde mirar.
Cerré los ojos la mayor parte del tiempo.
Y grité. Grité con todo.
Hubo un momento en que Abraham agarró una cerveza, dio un largo sorbo y miró hacia arriba. Yo intuí lo que iba a hacer y me alejé apenas segundos antes de que le escupiera un ojo a dios con su sorbo de lúpulo y malta.
Luchín también lo había intuido y se cubrió con Pedro que se extrañó de recibir un baño de rocío cervecero en la cabeza.
Cuando abrí los ojos se había terminado y todos aplaudían, silbaban y agradecían con cuernos en los dedos la descarga de rock.
La Maldita Grannada había terminado.
Y si yo estaba feliz, Abraham estaba exultante.
Regresamos al “camerino”.
Nos dijeron: “aquí pueden estar por una hora más, después pueden pasar al área común afuera debajo de la carpa”.
Salimos.
Había un puesto de güisqui y una tina – no un cooler – una tina de cerveza.
Y el sol estaba borracho y vomitaba luz por todas partes.
Y nos tomamos la tienda.
La música seguía pero nosotros estábamos envueltos en nuestras propias conversaciones, en ese desorden loco de palabras, gestos, chascarrillos internos, y bailábamos en broma y nos reíamos estridentemente.
Y el licor se desbordaba como un río que hacía un lago artificial en nuestros estómagos.
Las horas corrían.
El licor era ingerido como si no hubiese mañana.
Entró la noche y las demás bandas seguían tocando.
Salí a ver a Babasónicos que resulta casi todos detestan a excepción de ElectricLady y yo. Salté, canté, grité. Terminó y decidimos que era hora de partir.
Tony y Nayu ofrecieron llevarme.
Olivia Vergara también vino con nosotros.
Todos estábamos sorprendidos de que a pesar de las cantidades industriales de licor, todos habíamos sobrevivido en total sobriedad. O casi todos.
Nayu nos divirtió mucho al regreso.
Disparaba risas y chistes por todas partes. Quería seguir la fiesta.
Y soltaba carcajadas y en broma advertía que iba a estallar de tanta risa.
En un momento acusó a Tony de filibustero.
Yo no podía más. Ya había explotado varias veces.
Estaba al borde de un aneurisma provocado por la risa.
Ahí me di cuenta de que quizás a alguien sí le había impactado el licor.
Tony dijo algo que no recuerdo. Nayu lo acusó: “tú eres... tú lo que eres es un filibustero!”.
Sí.
Fue un sábado inigualable.